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Los biomateriales marcarán la moda del futuro

Hablamos con Clara Davis, diseñadora textil francesa centrada en la investigación de biomateriales, diplomada en diseño textil y en fabricación textil y biología aplicada a tejidos

Frente a un sistema de producción en crisis, el mundo de la moda necesita profesionales que sean capaces de proponer soluciones innovadoras en entornos multidisciplinares que aúnen tecnología, arte, diseño y creatividad.

Hablamos con Clara Davis, diseñadora textil francesa centrada en la investigación de biomateriales. Es diplomada en diseño textil por la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lyon (Francia) y diplomada en fabricación textil y biología aplicada a tejidos de Fabricademy (España). Clara trabajó durante 3 años en Fabtextiles, un departamento del Fab Lab Barcelona, donde aprendió a usar máquinas como el corte láser y las impresoras 3D para desarrollar textiles innovadores y sostenibles. Hoy, Clara trabaja como emprendedora autónoma y colabora con empresas como Materiom que busca compartir y democratizar la investigación y el desarrollo de biomateriales en el ámbito personal y en los sectores profesional e industrial. Es, además, profesora en el Máster en Diseño, Tecnología e Innovación en Moda de BAU.

1.- Debido a tu amplia trayectoria como investigadora, y en plena revolución de género, economía, política, etc., ¿crees que estamos presenciando una gran transformación social en cuanto a la manera de concebir la moda y el uso de las prendas de vestir?

A primera vista, creo que todo depende de cómo uno concibe la moda y la ropa, ¡el mundo de la moda tiene muchas facetas! La ropa protege, esconde… pero también revela.

Inicialmente, el ser humano creó la ropa para proteger el cuerpo de las inclemencias del tiempo y otras agresiones externas. Sin embargo, tardó bien poco en convertirla en todo un símbolo de identidad. Durante siglos, la usó para distinguir entre sexos y hacer diferencia de clase. Así, un campesino nunca podría permitirse vestir las galas y atuendos que un burgués o la realeza.

Finalmente, con la aparición de los uniformes militares de talla estandarizada, allá en el siglo XIX, desaparecieron ciertas brechas sociales. A esto le siguió el prêt-à-porter, que impuso una moda más igualitaria y al alcance de todos. A su vez, el fácil acceso a la moda fruto de la reducción de los costes de producción bajó los precios de venta y redundó en un aumento de las ventas y el consumo. Poco a poco se ha ido perdiendo el valor del «hecho a medida», así como el valor íntimo de la prenda. Esta pérdida de saber hacer es, hoy en día, un problema, porque la gente no sabe arreglar su ropa y prefiere tirarla y volver a comprarla. ¡Maldito desperdicio…!

¿Qué representa pues para mí la ropa? ¿Tal vez sea parte de mi identidad? Seguramente. Me gusta la teoría del sistema de moda de Roland Barthes sobre el conocimiento del «yo» a través de la ropa. Según él, la ropa «posee una existencia cotidiana (…) una posibilidad de conocimiento del yo al nivel más inmediato» y «posee una existencia intelectual» que «se presta a un análisis sistemático por medios formales». La moda es un medio de expresión personal, una poderosa herramienta de comunicación. Pero hoy en día, ¿qué dice la ropa sobre nosotros?

Desde el derrumbe de la Plaza Rana en Bangladesh en 2013, la gente va tomando conciencia de las atrocidades causadas por la industria de la moda. Si la ropa es una herramienta de autoexpresión, ¿quién querría usar una prenda que tiene su cuna en la miseria y el sufrimiento? Personalmente, me niego a mancharme con esa sangre, no quiero que mi ropa cuente ese tipo de historia. Y no me refiero únicamente a las terribles condiciones a las que están sujetos los trabajadores. También a la producción (tintes químicos, fibras de poliéster, cultivo de ciertos algodones…) y a los residuos, que contaminan considerablemente nuestro planeta.

Volviendo a la pregunta, creo que sí, que somos testigos de una transformación en nuestra visión del mundo de la moda. La gente empieza a responsabilizarse de sus compras. Queremos menos cosas pero de mejor calidad, lo cual favorece los materiales ecológicos y a las marcas éticas. Sin embargo, nos quedan por delante muchos desafíos hasta conseguir un cambio de mentalidad y en las malas costumbres, debemos olvidarnos del «efecto moda» y pensar en una moda más sostenible, a buscar nuestro propio estilo interior y hacerlo atemporal.

 

 

2.- En ámbitos como la comunicación de moda, con tanta información y mensajes comerciales lanzados constantemente por las marcas, la digitalización es imprescindible para que esos mensajes lleguen con efectividad al consumidor, pero actualmente ¿qué importancia tiene la digitalización en el proceso de diseño de una colección?

Creo que la digitalización con fines comerciales y de marketing no debe confundirse con la creación digital en el diseño de moda.

Vender, cuánto más mejor, es lo que todas las marcas quieren, incluso las que visten un sello verde. Y, ¿acaso no es el fomento del consumo uno de los principales problemas de la industria de la moda? ¿Para qué seguir comprando sin saber por qué? Muchas personas se rinden a los anuncios, cupones descuento, tarjetas de fidelidad, rebajas y ventas privadas; mensajes de seducción que conducen fácilmente a la compra compulsiva. La mayoría de las marcas de moda utilizan el marketing digital para crear esta insana adicción. Por otro lado, la digitalización en el campo del diseño nos permite crear de manera más eficiente e incluso limitar el desperdicio. Aunque no todo el mundo dispone de estas tecnologías, hay programas que permiten generar una organización óptima en la distribución de los patrones para reducir al máximo la merma de tejidos cortados.

Además, los nuevos medios tecnológicos, como los escáneres 3D u otros programas de toma de medidas personales, pronto nos permitirán reindividualizar la prenda, que se adaptará perfectamente a nuestro propio cuerpo. La estandarización de las tallas ha borrado la forma única de nuestros cuerpos. ¿Cuántas veces te has probado un vestido o un pantalón en teoría de tu talla y no te queda bien? Dos personas de talla 38 pueden tener formas corporales completamente diferentes. Personalmente, mi corte es delgado por arriba y más ancho por abajo, y no puedo usar ciertos vestidos porque simplemente no se ajustan a la forma de mi cuerpo. «El vestido no tiene que quedarte bien, eres tú quien que quedar bien en el vestido». No, querido Karl Lagerfeld, no soy yo quien tiene que quedar bien en el vestido, es el vestido que tiene que quedarme bien. Con la ayuda de las herramientas tecnológicas actuales, podemos volver a una moda «a medida» más accesible para todos.

 

3.- Cada vez oíamos hablar más del zero waste, pero ¿qué otros retos de implicación social ha de tener en cuenta un futuro diseñador para ser realmente innovador?

En primer lugar, me gustaría aclarar la noción de residuo cero porque, en mi opinión, este es el único desafío de la participación ciudadana. Finalmente, hoy todos los desafíos giran alrededor del gran tema de residuo cero. Son muchos los que hablan de la moda de residuo cero, refiriéndose en gran medida a las técnicas iniciadas por Holly Mcquillan y Timo Rissanen en 2010. Métodos de creación de patrones que, tras el corte, no generan residuos.

Pero esta filosofía va más allá. Más del 80 % del impacto ambiental de un producto se determina durante la fase de diseño. Un número importante que aprendí en un taller de metodología (TED’s ten), impartido por Rebecca Earley, sobre la creación de diseños más sostenibles. Nos encontramos pues con que el diseñador tiene un enorme poder sobre el impacto ecológico de un producto. ¿El secreto? Pensar en todas las etapas del ciclo de vida de una prenda (materiales, fabricación, producción, transporte, venta, uso, reparación, reutilización, reciclaje) para hacer su economía completamente circular, ecológica y sostenible. En resumen, se puede fomentar la moda de «residuo cero» en cada una de estas etapas: elección de materiales ecológicos, biodegradables o reciclados; diseño de patrones sin pérdida de material después del corte, uso de máquinas de tejer o impresoras 3D, producción local, puesta en marcha de servicios de reparación y reciclaje.

Para impulsar esta tendencia, las grandes marcas deben innovar tanto en el diseño como en la creación de nuevos servicios. Imagino que, en un futuro, pondrán a disposición modernos sistemas de personalización de la ropa, a través de los cuales se adaptarán a las necesidades personales del cliente, con el cual establecerán una relación más íntima y única. Creo también que habrá talleres en los que el consumidor aprenderá a mantener, reparar o transformar sus propias prendas. Hoy en día existe una profunda necesidad de reconectar a los consumidores con su propia ropa, transformarla, devolverle su valor para evitar que la tiren y vuelvan a comprar. Además de estos nuevos sistemas de personalización y mantenimiento, es también previsible que grandes marcas abran tiendas «de segunda mano» en las que recogerán y revenderán a bajo coste sus propias prendas usadas.

 

 

4.- Vemos en tu web profesional que dedicas gran parte de tu investigación al desarrollo de weareables y biotextiles. ¿Actualmente son muchas las firmas que optan por trabajar con estos conceptos o aún queda mucho por hacer?

El concepto de «wearables«, tecnologías portátiles, no es nuevo. En 1997, Maggie Orth, diseñadora del MIT, ya había creado una chaqueta musical con una cazadora vaquera de Levi’s. Esta chaqueta, fabricada con hilos conductores y dotada de un sistema MIDI con minialtavoces y batería integrada, se convirtió en un auténtico objeto no identificado del mundo de la moda y la electrónica. Tendrán que pasar unos veinte años hasta ver aparecer en el mercado las primeras prendas conectadas, como fue el caso del proyecto Jacquard en 2017, una asociación entre Google y Levi’s, para la creación de una chaqueta inteligente e interactiva. Pero, ¿a quién va dirigido este tipo de ropa? ¿Es realmente necesaria? Dada la concienciación en materia de problemas ambientales en el mundo de la moda, ¿la gente quiere usar estas andróminas contaminantes?

El tema es que la ropa llamada «conectada» parece seguir labrando su camino a pesar de los valores ecológicos que conocemos, pues existe un deseo real de aumentar la cantidad de ropa, de hacerla más inteligente, de añadir funcionalidades para reforzar nuestra protección, nuestra identidad o incluso nuestros medios de comunicación. Finalmente, cuando pensamos en ello, nuestra ropa no se desgasta porque la usemos demasiado, sino por el desgaste sufrido por las fibras por contacto con nuestras enzimas. Gracias a los avances de la nanotecnología, ya podemos crear materiales más resistentes, inodoros, termorreguladores, termocrómicos… Pero en mi opinión, el futuro de la moda reside en la biotecnología, el justo equilibrio entre tecnología y biología. Llevaremos materiales protocelulares vivos que se regeneren, que reaccionarán a la luz, a las secreciones y al calor corporal, a la contaminación externa… Sin embargo, no estamos en ese punto y queda mucho por hacer si queremos cambiar nuestra mentalidad. La gente no está preparada para aceptar este nuevo concepto de moda de organismo vivo de origen bacteriano.

 

 

5.- Si hablamos de cambios en el sector textil, ¿qué otras posibles nuevas revoluciones tecnológicas pueden acontecer en un futuro no muy lejano?

A menudo hablamos de la falta de transparencia en el mundo de la moda, pero ¿podría el blockchain cambiar eso? El blockhain es una estructura de datos no falsificable cuya información se agrupa en bloques. ¿Nos serviría esta tecnología en un futuro próximo para construir una historia completa y fiable de cada artículo de moda? Se trata de una idea no probada, ya que a las grandes marcas esta trazabilidad no le gusta. Sin embargo, el blockhain podría empezar a utilizarse, por ejemplo, para evitar problemas de falsificación y de derechos de autor.

También desde el año pasado hemos visto la puesta en marcha de experimentos de realidad aumentada y virtual que bien podrían revolucionar la forma en que se comercializa y consume la moda. Por ejemplo, en 2018, la startup Vyking compartió el teaser de una aplicación que permite a los usuarios probarse virtualmente un par de zapatillas de deporte, viéndolas directamente en sus propios pies a través de su smartphone. En los próximos años, Vyking quiere democratizar y estandarizar las experiencias de publicidad de realidad aumentada. ¡Y no es la única! Otras empresas como Magic Leap, con la presentación de la colección Moschino y H&M en 2018, o Dior con su nuevo filtro Instagram para el desfile de otoño/invierno de 2019, tienen previsto invertir en nuevas experiencias de inmersión. Además, el aumento de las ventas online hace que la función de las tiendas a pie de calle vaya perdiendo sentido. Así las cosas, podemos imaginar un futuro en el que la tienda se convierta en un lugar interactivo que ofrezca nuevas experiencias sensoriales para sumergirse en las profundidades del universo de la marca.

Para finalizar, diría que pronto veremos la aparición en el mercado de nuevos tipos de textiles hechos con procesos de fabricación innovadores, como por ejemplo celulosa creada a partir de fermentación bacteriana, cuero de hongo hecho de inoculación de micelio o fibras hechas de proteínas sintetizadas en un laboratorio de biología.

 

 

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