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Diseñar la transición, reimaginar futuros

Markel Cormenzana, profesor del Máster Universitario en Diseño, reivindica un diseño situado políticamente, coherente y comprometido

Markel Cormenzana es ingeniero mecánico y diseñador estratégico. Formado entre Bilbao, Copenhague y Barcelona, trabajó en el Centro Vasco de Ecodiseño y forma parte del colectivo de diseño Holon. Es docente en múltiples universidades, entre ellas en el Máster Universitario de Diseño de BAU. Se define como diseñador de transición.

 


Imagen del colectivo Holon

 

¿Qué es el diseño de transición?

Empieza con la noción de que hacer diseño es hacer política. Y entonces emergen formas de diseño que intentan, explícitamente, dar forma al cambio como materia prima, es decir, la materia prima con la que trabaja el diseño para la transición es el cambio. Los diseñadores mediamos la cotidianidad de las personas. Para intervenir en las grandes problemáticas, como el acceso a la vivienda, ponemos en marcha diferentes proyectos con agentes del sistema para encaminarlas hacia una dirección diferente.

¿Cómo puede el diseño intervenir en el problema de acceso a la vivienda?

El diseño tiene potencial para poner en marcha y activar modelos existentes que van en contra de la especulación inmobiliaria, como la cesión de uso. Y nosotros utilizamos nuestra capacidad para diseñar para difundir este modelo. Por ejemplo, hemos ayudado a diseñar los servicios compartidos dentro de La Borda. Hemos participado en todo el proceso para diseñar las dinámicas de convivencia, que sería el diseño de servicios. Utilizamos el diseño como una herramienta estratégica de incidencia en política pública.

¿Cómo vives la transición de la ingeniería mecánica al diseño social?

Desde joven, los movimientos ecologistas estaban en el centro de mi ser. Fue un descubrimiento conocer a más gente que, haciendo diseño, quería enfocar su carrera profesional a generar un impacto diferente al que estaban generando donde estaban trabajando. Y allí di el giro, al encontrar a personas con las que mancomunar los esfuerzos de trabajo. En nuestro caso, montando una cooperativa políticamente muy situada.

 


Imagen del colectivo Holon

 

¿Cuál es el factor diferencial de Holon?

Hemos subido las barreras de acceso a clientes, es decir, no trabajamos con cualquiera, y a la vez hemos bajado mucho las barreras de acceso, es decir, cualquier diseñador que comparta nuestra visión y manera de hacer las cosas, con un uso político real, puede entrar. Entonces, hemos hecho un poco lo inverso a lo que hacen los estudios de diseño, en los que es muy difícil entrar y sin embargo trabajan con cualquiera.

¿Poner el listón alto de entrada os condiciona?

No es fácil, porque te limitas mucho el mercado, no estás diciendo que sí a cualquier cosa, y mucho del trabajo que nosotros hacemos es crear mercado. Crear cosas que no existen. Entonces, no hay una demanda concreta para muchas de las cosas que ofrecemos. Nadie dice: “¡oye, quiero hacer diseño para la transición!”

¿Y cómo se crea la estructura para despegar?

Se trata de ir creando el contexto y ecosistemas que permitan que esos proyectos vayan saliendo. Implica mucho esfuerzo de convocatoria, es decir, juntar a diferentes agentes con una mirada política o intereses similares, y articular recursos para que eso pueda pasar.

 

 

¿En qué momento se encuentra Barcelona respecto a este tipo de diseño? ¿Es un entorno receptivo?

Aquí ya había un ecosistema de profesionales, más o menos ortodoxos, que tenían la voluntad de hacer cambios en el contexto social. Curro Claret, con su práctica muy particular, Raquel Pelta, Oscar Guayabero, la red CO2, que fue una red incipiente en los 2000s de diseñadores por la sostenibilidad… Y esto genera un caldo de cultivo para que Barcelona sea un buen lugar para hacer esto. Dicho lo cual, hay también un cambio generacional.

¿Con qué otras ciudades se relaciona bien?

Estamos muy conectados con la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh, de donde emerge el diseño para la transición más académico. También con el Politécnico de Milán. Hay una relación histórica con Manzini. Creo que Barcelona es un buen lugar, con un contexto político favorable para hacer política valiente y de cambio, no solo en el caso de la vivienda.

Barcelona reúne buena parte de los conflictos que van a marcar la agenda de las próximas décadas. Esto a nivel de diseño supongo que es muy estimulante. Es como un laboratorio.

De hecho, fue una de las razones por las que me mudé a Barcelona. Venía del País Vasco y me surgió una oportunidad aquí y fue una gran motivación. Es un lugar con una buena escala, una gran ciudad que también es pequeña. También el contexto político, no solo quién gobierna, sino que el contexto político es proclive a introducir cambios e innovación.

Ya que estamos en Sants, a propósito del asociacionismo cívico, hay pocas ciudades que tengan esa red de base entre las personas.

Barcelona debe este nivel de organización civil a la tradición anarquista, algo de lo que en diseño no se habla mucho, ya que está mal visto, y más en contextos académicos. Pero para mí una de las motivaciones era esa. Estamos en un recinto fabril, Coòpolis, que está atravesado por la historia del anarquismo. De hecho, estoy planteando mi tesis doctoral sobre eso: reconocer que hacer diseño es hacer política, cuestionar qué tipos de formas políticas encarnan qué formas de diseño, y entender qué formas de diseño podrían emerger de un planteamiento anarquista del diseño. Es una pequeña provocación especulativa para entender cuestiones contemporáneas del diseño.

 

 

La palabra especulación liga mucho con el espíritu del Máster Universitario. Reimaginar futuros es el alma del programa. 

Es otra forma de ver el mundo. En los estudiantes que he acompañado se ve claramente. No es una forma de construir un discurso, que puede ser más impostado, sino la forma de entender su contexto, su agencia, al principio y al final del máster. Esto es interesantísimo. Cómo son capaces de entender las cosas con mucha más complicidad y de poner en marcha el diseño como una herramienta no solo afirmativa, sino crítica, cuestionadora y especulativa.

Hay otra palabra que resuena, sobre todo en la relación del diseñador respecto al mundo: humildad. El diseño más ortodoxo te sitúa en una posición más privilegiada, y aquí sin embargo hablamos de tener los pies en el suelo y de contribuir horizontalmente.

Cuando diseñas, tu postura tiene efecto en el resultado. Si actúas desde un lugar de ego y de autosatisfacción, en vez de con humildad y honestidad, el fruto será diferente. Y eso es muy interesante porque ofrece herramientas al alumnado para cuestionar su propia postura a la hora de diseñar. Una de las cuestiones que plantea el diseño para la transición es lo que llaman optimistic grumpiness, que es como optimismo cascarrabias. Un tipo de postura, de actitud, que me parece muy interesante, porque es posibilista. A veces caemos o en el heroísmo de Silicon Valley, que es un optimismo delusional, o todo lo contrario, nihilismo, proyectos de diseño especulativos que son todos distopías.

 

 

A propósito de esto, ¿qué posibilidades y virtudes ofrece el diseño colaborativo y asociativo? Esto entra en contradicción directa con el mundo de hoy, con dinámicas individualistas y capitalizadoras. Quizás es más lento al principio, más dificultoso llegar a consensos, pero ¿por qué es atractiva esta manera de trabajar?

Hay un dicho zapatista que dice: “No vamos lentos, vamos lejos”. Yo soy bastante crítico con las velocidades en los espacios sociales, donde se toman las decisiones por consenso, y no siempre es la mejor opción. En Holon practicamos el consentimiento, otra forma de decisión diferente. Pero claro, si queremos llegar a penetrar y a cambiar radicalmente las formas en las que nos relacionamos, comemos, o viajamos, hay la necesidad de algo que sea urgente pero que a la vez sea lento y profundo. Eso cambia completamente la forma en la que te relacionas y trabajas. No hay tanta visibilidad de nuestro trabajo porque no hay brillantina.

Porque vais a la raíz del sistema. No luce tanto de puertas afuera, pero transforma desde dentro.

Completamente, sí. Hacer las cosas juntos es una cuestión de resiliencia y de sostener los cambios. Tenemos muchas experiencias de gente que ha venido a hacer cambios de forma autocrática, y estos cambios no se sostienen, acaban colapsando dramáticamente. Entonces, si queremos cambiar el mundo, tenemos que cambiar las formas de hacer el mundo. Es crítico y esencial dialogar desde el disenso.

¿Cómo se diseña desde la discrepancia?

Nos interesa mucho el trabajo de Carl DiSalvo, del Instituto de Tecnología de Georgia, experto en Diseño Adversarial, que plantea el conflicto como motor de cambio, algo mal visto en el mundo posmoderno. Entonces, sentar en una mesa a gente con agendas muy diferentes e intentar encontrar una salida a partir de la diferencia, creo que es esencial si queremos que el cambio sea algo que perdure, no simplemente algo cosmético o que dure cuatro años de legislatura.

¿Qué perfiles crees que son especialmente receptivos a esta manera de trabajar en diseño?

El prerrequisito tiene que ser el despertar político en el sentido más amplio, entender que la situación actual, a muchos niveles, es insostenible e indeseable para una gran mayoría de actores humanos y no humanos. Toda la gente que he conocido que se ha acercado con interés a esta forma de trabajar sienten una incoherencia entre su vida profesional y su visión política del mundo, y esperan que se pueda diseñar desde otros marcos. También hay la mirada crítica, la curiosidad, la imaginación, la fantasía, el optimismo, y el liderazgo de tomar las riendas de lo que está pasando.

Eres vasco, has vivido y estudiado también en el Norte de Europa, en Dinamarca, ahora eres catalán de adopción. ¿Cómo conviven estas almas? ¿Cómo han determinado tu carácter como diseñador?

Todas las cuestiones de las formas económicas y democráticas alternativas vienen de Euskadi, donde la tradición cooperativa está muy arraigada. Después, Dinamarca para mí fue un despertar en términos de ecodiseño, de un sistema mucho menos desigual que en el sur y de valores como la visión de futuro y a largo plazo. Y en Cataluña he asentado todas estas ideas y he podido montarme una familia profesional. Aquí me he rodeado de gente que comparte una visión política y una forma de entender el mundo similar. Eso me ha hecho quedarme. Vine para poco y llevo ya siete años.

 

 

→ Más información: Máster Universitario en Diseño 

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