Sol Prado (Buenos Aires, 1985) vive la moda con los cinco sentidos. Curiosa, crítica y apasionada, la diseñadora argentina señala las contradicciones de la industria y propone una mirada transformadora desde el compromiso político y la confianza en la tradición.
Especialista en tejidos y artista polifacética, combina la práctica textil con multitud de proyectos culturales, especialmente audiovisuales, que exploran temas tan diversos como la locura, la fe, las migraciones y el peso de las herencias familiares.
Afincada en Barcelona desde 2015, actualmente trabaja en Gratacós como estilista y desarrolladora de tejidos, y es profesora de la asignatura Manipulación y Estampación de Tejidos en el itinerario de Moda del Grado en Diseño.
A tu alrededor hay un montón de proyectos, ideas y conceptos. ¿Quién es Sol Prado?
Soy una persona insaciablemente curiosa y apasionadamente creativa. Una mujer, blanca, migrante, académica, trabajadora, feminista y anticolonialista en aprendizaje constante, plagada de contradicciones.
¿Cómo transforma la docencia tu mirada como creadora?
Es una invitación a dar, y también a dejarse atravesar por otras personas. En lo personal, es un desafío para repensar la práctica de creación textil, donde se trabaja de una manera vertiginosa, y el acto de detenerse, mirar lo realizado, sistematizar modos de hacer y aprender a comunicarlos.
¿Y cómo la estás viviendo?
Lo más bello de la docencia es que cuando estás brindando conocimiento, este ya se está transformando a través de la mirada del alumnado. Te devuelven la pregunta, te invitan a investigar, te muestran mundos que desconocías, prueban estrategias innovadoras, propias de su modo de ver el mundo. Es maravilloso, aprendés mucho más de lo que enseñás.
¿Cómo enfocas este reto?
Principalmente, trabajo con Ane Castro y Núria Costa en los ejes más troncales del textil. El objetivo es atravesar las prácticas tradicionales con materiales absolutamente modernos, pero desde la colaboración y la convivencia. A nivel pedagógico, es una invitación a la exploración desde lo táctil.
¿Cómo llegas a la creación de tejidos?
Conocí el textil cuando era muy pequeña a través de mi familia y de talleres de crochet y costura. Más allá de todo el trabajo vital que implica deconstruir esa enseñanza conservadora y totalizante, rescato el aprendizaje a temprana edad de tejer con hilos y agujas, la noción de cómo responde un material, como puedo manipularlo y donde está su límite.
¿Qué motiva esta deconstrucción?
Muchas veces percibo que la práctica actual de diseño de moda suele estar bastante distanciada de la fabricación. Los diseñadores tienen una idea del producto final en su mente, pero suelen encontrarse con problemas a la hora de traducirla en términos técnicos o discursivos, y esto les limita muchísimo a la hora de solicitar desarrollos. Creo que es necesario volver a la construcción manual y a la exploración de la materia durante la formación profesional, para luego pasar a una etapa de creación volumétrica.
Es una manera de volver al inicio de la profesión.
Si no conoces el oficio, durante el proceso de producción alguien va a decidir por vos bastantes detalles de tu colección. Cuanto más entendés cómo funcionan las cosas es cuando más autonomía tenés como diseñadora.
Como otras profesoras de BAU, cuestionas de forma radical el estado actual de la industria y la sobreproducción. ¿Qué cambios propones?
Creo que estamos frente a una crisis absoluta del sistema de la moda. La idea de colecciones rápidas, calendarios imposibles y vitrinas con ropa de verano en pleno invierno, ¡Todo esto parece tan ridículo pensado desde la perspectiva que tenemos hoy! Antes de la COVID, el sistema era visiblemente insostenible. Ahora ya necesitamos alternativas urgentes. Y con la guerra se nos suma otra capa de complejidad. En un contexto inflacionario, los consumidores tienden a priorizar el precio sobre la calidad y esto lleva a los empresarios a volver al poliéster convencional.
¿Dónde están las grietas del sistema?
Podrían ser las colecciones atemporales, que puedan trascender una estética concreta. Es una invitación al público a pensar realmente lo qué le gusta más allá de lo que le sugieren las tendencias. Un armario que tenga que ver con la identidad propia, familiar, ancestral o con la fluidez de la autopercepción del usuario.
¿Moda y política casan bien?
Marx y Engels realizaron su crítica al capitalismo estudiando las condiciones de vida de les trabajadores textiles en la Inglaterra victoriana, ¡en plena Revolución Industrial! La moda no se puede separar de la geopolítica y del capitalismo, lo atraviesan todo.
¿Es más difícil trabajar en moda fuera de las turbinas del capital?
No es difícil, pero hoy me parece casi imposible. Hay iniciativas a pequeña escala que pueden sostener economías familiares y artesanales, lo cual me parece hermoso y necesario. Pero a nivel industrial, no conozco ejemplos fuera de la práctica capitalista. Es tremendo: parece imposible de imaginar una alternativa, pero a la vez es absolutamente necesario activar esa imaginación en tiempos de decadencia planetaria.
¿Un ejemplo de resistencia?
Estoy barruntando un taller que aborda la creación de biomateriales basados en algas, no solo a nivel material, sino también filosófico: cómo podemos aliarnos con estos seres no-humanos y aprender su supervivencia, y conectarlo con estructuras de poder no centralizadas, como las criptomonedas.
¿Cómo ves a las nuevas generaciones?
Creo que saben a qué mundo se enfrentan. Se han despojado de algunos mandatos o ilusiones que los millennials de mi generación seguimos arrastrando. A la vez, siento algo de temor con la superficialidad y la inmediatez de la vida virtualizada. Pienso que es importante tener un conocimiento profundo y no banalizar los procesos de trabajo. Por eso me acerco a la educación y a BAU concretamente. Hay conocimientos que parecen menos atractivos pero que marcan la diferencia y que te habilitan a decidir tu diseño con mayor autonomía.
¿Qué tipo de conocimientos?
La composición de un hilo. La innovación hoy está ahí. En el laboratorio. Asociándose con la ciencia y la ingeniería. Es momento de crear materia y de incluir materiales renovados que ya hayan tenido una vida útil.
En el fondo es un trabajo muy creativo.
Es hermoso. Es tiempo de volver a inventar y construir desde la base, los cimientos.
¿Por qué dejamos de tocar?
Por la velocidad, por la desmaterialización, por la lejanía con las fábricas, con lo sucio, lo industrial. Es como una especie de alejamiento higienista.
¿Por miedo?
Cada uno tiene sus secretos. Las fábricas son ruidosas. El taca-taca del telar te detona la cabeza. No son lugares limpios ni estéticamente bonitos. La moda, a pesar de todo lo que aparenta, es una industria lenta y conservadora. Vende una imagen de renovación y vanguardia que luego no se derrama hacia las otras partes de la cadena productiva. No hablo solo a nivel industrial, en los ateliers de diseño también hay prácticas xenófobas, homófobas y de explotación laboral. El portal de moda 1Granary hace una crítica muy afilada al respecto, con testimonios concretos y situados. Imperdible.
¿Cómo ves el sector local?
Viene de décadas de desmantelamiento industrial provocado por un gran afán de lucro, y eso ha hecho que haya una externalización muy bestia, un desmontaje completo de los recursos locales. Es momento de apostar fuerte por reindustrializar lo local. Veo muchas iniciativas pequeñas pero potentes, de diseñadores con propuestas absolutamente distintas y arriesgadas, desarrollo de textiles con impresión 3D, etc. Celebro que BAU incluya estas herramientas en su formación de grado.
¿En otros países la transición ha sido más positiva?
Hay ejemplos cercanos. Portugal está desarrollando una industria propia muy interesante y están pasando cosas geniales. Han recuperado sus prácticas de bordado, diseño con mimbre, cerámica, etc. Hacen piezas absolutamente maravillosas.
¿Cómo ves el futuro?
Con la COVID se propagaron ideas acerca del fin del mundo (la película que estoy produciendo habla de este tema). Todo parecía un ocaso fantástico, trágico y televisado. Pero finalmente los cambios no fueron hacia la dirección que imaginábamos.
¿Qué encuentras en la lectura?
Me ayuda mucho leer biografías de personas creadoras, no tanto sobre lo que producen, sino la forma de hacer arte con sus propias vidas. También leo poesía y ciencia ficción de mujeres latinoamericanas.
¿Cómo te sientes aquí en BAU?
Me encanta. Estoy muy contenta porque sentía que llevaba tiempo encerrada en un mundo en el que me faltaba contacto con gente joven que estuviera haciendo, desafiando, practicando… La frescura de probar.
Por último: Buenos Aires y Barcelona…
Nací en un barrio alejado de Buenos Aires, en los suburbios, con casas y calles de poco tránsito. Elegí Barcelona como un regreso a la escala de ciudad-humana que conocí en mi infancia, luego de vivir en una megalópolis enorme como Buenos Aires Capital. Me gusta Barcelona porque te encuentras con la gente por casualidad. Es un pueblo y ciudad al mismo tiempo.