Rafa Marcos Mota, docente en Bellas Artes: «Como artistas, también hemos de ser espectadoras»

Le artista, comisarie e investigadore acaba de incorporarse al claustro de este grado para aportar a la práctica artística un enfoque desde la teoría queer, así como desde la observación y el reconocimiento de lo que entendemos por referentes

Es necesario hablar del arte desde la subversión y la disidencia. Rafa Marcos Mota es una de esas personas que te intriga de primeras porque su obra como artista transdisciplinar rebasa el límite de lo que en cualquier cabeza se entiende como posible y abarcable. Preguntarle a Rafa implica querer romper con todo lo que dabas por hecho para así poder darle un nuevo sentido, pues ciertamente la teoría queer nos atraviesa y define como sociedad mucho más de lo que imaginábamos. Le docente en el Grado en Bellas Artes entiende y cree que sus clases deben tener este enfoque. Releo la entrevista y tampoco tengo muy claro si contesta a las preguntas tal y como las había planteado. Lo que sí sé es que el resultado es esa clase magistral que todo el mundo debería haber tenido en la universidad.

 

P. Debo decir que me he quedado impresionada al mirar tu currículum: llevas a las espaldas tantísimos proyectos personales, exposiciones, performances, curadorías, docencia… No sabría por dónde empezar para resumir todo ello, ¿podrías tú?

R. Supongo que mi trayectoria profesional me refleja a mí pero también es testigo lo que me rodea. Aunque las feministas del PSOE crean que la Q deba quitarse de las siglas LGTBIQA+, lo cierto es que ser queer sigue siendo un gran hándicap laboral, incluso en el ámbito de la cultura. Lo queer sigue siendo un término de especial importancia para les trans sin passing, les no binaries, les genderfuck y tantas otras expresiones de género radicales e incómodas. He vivido un panorama que sistemáticamente nos ha vetado el acceso a una dignidad o seguridad laboral. Eso me ha obligado a posicionarme en una dinámica más inconstante e intermitente, aunque seguramente también más experimental. Sin embargo, celebro formar parte de una generación que al menos ha podido trabajar mucho y haber hablado abiertamente de todos estos temas, aunque haya sido pagando el precio de haberlo hecho en condiciones más precarias simbólica y materialmente hablando.

En este sentido, como apuntas, mi práctica siempre ha entrelazado producción formal, creación de discurso, curadoría y colaboración colectiva, pedagogías experimentales, experimentación en distintas disciplinas… Todo ello por una suma de motivación y necesidad.

 

P. La asignatura que impartes se llama “Prácticas Críticas en las Artes y las Humanidades”, un programa que nace desde la teoría para pensar en la práctica. Hoy día, cuando hablamos de arte contemporáneo, lo hacemos desde el rechazo al “proceder clásico”, apostando por una forma de hacer más contestataria al academicismo,   pero ¿por qué crees que las artistas en formación necesitan la teoría en su mundo? Es más, ¿dirías que la crítica, como disciplina humanística, es el inicio de toda expresión creativa?

R. La Academia y las Humanidades son sistemas para construir conocimiento y cultura que se basan en establecer legitimidad, encadenando las cuestiones de cada presente en respuesta con la tradición. Creo que si el arte contemporáneo plantea esta contestación al academicismo (que creo que se da sólo en ocasiones) es principalmente porque el sistema de legitimación de la Academia ha participado y participa estrechamente en procesos de sesgo de clase, desautorización por género y extractivismo pos-/colonial, y esto ha solidificado varias ficciones culturales como el capitalismo actual, el patriarcado, el racismo, o la sociedad tecnocrática. En mi opinión, son principalmente las fuerzas de oposición que en el arte se enfrentan a estas ficciones las que generan un panorama contemporáneo que rehuye de la fórmula (otra ficción) de los movimientos artísticos unívocos.

Lo que comentas del uso de la teoría es un modo de conectar la obra con el mundo presente, y de no caer en juegos o florituras puramente formales. Por otro lado, el motor de una expresión creativa puede iniciarse en planteamientos muy diversos, y no creo que la crítica sea la base para todo. Hay procesos que parten de conexiones espirituales, otros que parten de procesos de empoderamiento mutuo, otros que nacen del instinto, o de la rabia, etcétera. Me interesa la crítica como método para abrir interrogantes, pero participo de y estoy abierta a otros métodos.

 

P. En esta asignatura, pretendes abordar los diferentes lenguajes existentes en la práctica artística, sus diversas ramificaciones, y cómo se establecen conversaciones desde la revisión y la cita; y me gustaría centrarme en esto último. Para citar, hay que conocer y observar, que al fin y al cabo es el objetivo de toda obra, ¿no? Ser conocida y observada. Pero, ¿cuánto crees que aportamos nosotras como espectadoras al resultado final de una obra?

R. Siempre me ha interesado mucho el juego de refracciones entre mirada propia y mirada ajena. El hecho de que toda singularidad no es ajena responde directamente a cuestiones de responsabilidad colectiva que la comunidad queer apunta. En un sentido profundo, me interesa la mirada por su capacidad transformadora. Me interesa la cita no como accesorio pedante sino como elemento extraño con la capacidad de infectar y transformar un cuerpo de trabajo. Me interesa el arte que tiene la capacidad de atravesar.

Creo firmemente en el trabajo artístico colectivo, y mi proyecto personal casi siempre interlocuta con otres creadores. Pero me parece interesante abordar qué hacer cuando queremos trabajar sobre la obra de alguien que no tenemos a disposición o al alcance. Tiene que ver con lo que dices, que la espectadora da sentido a la obra, la interpreta. Como artistas, también hemos de ser espectadoras.

 

P. Como cofundadore del colectivo El Palomar, he visto que centráis vuestro ejercicio en las experiencias queer, trans y no binaries; en definitiva, es tu campo de estudio. Me pregunto si consideras que las nuevas generaciones son mucho más conscientes de esta realidad y si crees que transitan por ella de manera mucho más natural que generaciones anteriores. Bajo tu experiencia como docente, ¿crees que tiene sentido ser artista sin ser disidente en el mundo en el que vivimos?

R. Mi infancia fue pre-internet. Creo que las redes sociales fueron un momento clave de transformación de la comunidad trans y no binaria. Lo normal en mi generación era estar en el armario y reunirse en vivo, en espacios de “excepción”. Hoy en día estar en el armario no es tan frecuente, pero nos faltan espacios de encuentro que consideremos nuestros. Esto no es culpa de las generaciones jóvenes, sino de la generación gay que confió esos espacios a los empresarios de proyectos como el Eixample o Chueca. En esta línea, temo que las apps de ligue nos hayan fragmentado como comunidad, y que esta segmentación haya pronunciado las diferencias de privilegio dentro del colectivo y que hayan dividido el deseo en certezas de cierta normatividad sexual.

Es difícil entender las batallas personales de cada une. Creo que para subvertir sistemas de violencia complejos necesitamos esfuerzos desde distintas ópticas y direcciones, también inesperadas. La disidencia no debería tener una forma oficial: necesitamos las manifestaciones en la calle pero también a la gente que intenta modificar el poder desde dentro, etcétera. A veces, las personas combinan actitudes revolucionarias hacia unos temas y contrarrevolucionarios hacia otros: ¿en qué influirá más esa persona? Depende. A veces un gesto más modesto puede ser más trascendente si tiene la suerte de encontrarse en el lugar correcto. Muchas veces pienso en las personas que fueron mis referentes no binarios antes de que usáramos el término “no binario”. Con esto quiero decir que hay revoluciones en marcha en capas de sedimentos subterráneas, imperceptibles incluso para quienes las están haciendo. Llegando a tu pregunta, ¿el arte puede ser una comodidad o un trofeo de bienestar? Por desgracia, sí, pero, por suerte, el público nunca se deja engañar tanto.

 

P. Para acabar, enlazando un poco con la pregunta inicial y haciendo alusión a lo académico, ¿dirías que el arte también es un proceso de investigación? Incluso, más que el arte en sí, el proceso de elaboración de una pieza artística, independientemente del lenguaje escogido.

R. Creo que si entendemos investigación en un sentido amplio y transversal, sí. De todos modos, el arte peca frecuentemente al dar por hecho que la investigación que hizo quien creó la pieza estará también en la cabeza del espectador. Como artistas, hemos de aumentar nuestra empatía y generosidad con el público, manteniendo puertas o capas de conexión y accesibilidad entre la obra y su audiencia sin renunciar por ello a la complejidad.

 

 

Fotografías:

 

– El Palomar (2024). Canción para muchos movimientos [Exposición colectiva]. Museo de las locas [perfomance]. MACBA, Barcelona

– El Palomar (2020). Schreber is a Woman. 11a Bienal de Arte Contemporáneo de Berlín

– Marcos Mota, R. (2015). Al menos cinco canciones de una travesti lanzada al espacio [Perfomance]. CA2M – Centro de Arte Dos de Mayo, Móstoles.

– Marcos Mota, R. (2012). La trampa.

– Marcos Mota, R. (2013). Lanzar un travesti al espacio [Performance en colaboración con David Mutiloa]. Noestudio, Madrid.

– Marcos Mota, R. (2024). Fake fur for discriminated TV’s.

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