Toda sensibilidad artística nace en el ojo; del ojo, se llega al detalle, sin importar el tamaño de la obra que se observa, y el detalle te da claridad. De repente, comprendes: es ahí cuando una se encuentra a sí misma admirando, que no viendo. Miguel Ángel Maure (1991), arquitecto, parece enorgullecerse de ser defensor acérrimo de la precisión, visión que quiere traspasar a sus nuevos alumnos del Grado en Diseño en la mención de Espacios. Se trata de su primera incursión como docente y hemos querido hablar con él para que nos cuente sobre su carrera, pero también sobre qué visión del diseño contemporáneo aboga.
P. ¿Podrías hablarnos un poco sobre tu carrera hasta ahora y tu bagaje como arquitecto? ¿Esta es la primera vez que ejerces como docente?
R. Completé mis estudios de arquitectura en la ETSAM, en Madrid, en el año 2017. De manera simultánea, me aventuré en el ámbito profesional con la fundación de mi primera empresa, Espacio La Nube, dedicada al diseño de espacios efímeros hinchables. Esta experiencia continúa siendo un pilar fundamental en mi trayectoria profesional como diseñador de espacios. Con el crecimiento de la empresa y la expansión hacia proyectos internacionales, surgieron nuevas oportunidades profesionales en otros ámbitos. Fue entonces cuando cofundé el estudio Atienza Maure Arquitectos, en 2018, en colaboración con mi compañero de universidad Alonso Atienza. El salto entre mi formación académica y mi inmersión en el ejercicio profesional fue ágil, lo que me permitió desarrollarme como arquitecto y diseñador en un amplio espectro de proyectos, desde edificios residenciales hasta la restauración de casas de piedra o el diseño de espacios interiores.
En cuanto a la docencia, es un emocionante nuevo capítulo en mi carrera que comienza ahora en BAU y que me llena de satisfacción. Aunque es la primera vez que asumo un rol docente, he tenido la oportunidad de participar como conferenciante y profesor invitado en diferentes universidades anteriormente.
P. Veo que tu trabajo se desarrolla a medio camino entre Madrid y Barcelona. ¿Crees que existen diferencias entre estas ciudades a la hora de entender y acercarse al diseño y la arquitectura? ¿Comulgas con alguna visión más que con otra?
R. Este es un debate tan fascinante como extenso, pero intentaré sintetizar las diferencias que, a mi juicio, resultan más relevantes y constructivas en cuanto al enfoque de cada ciudad. En Madrid, durante nuestra formación, el diseño tendía a partir de una base más conceptual, alejándose de la materialidad para aproximarse a una aparente complejidad, donde los problemas se resolvían a menudo a través de diagramas y dibujos, poniendo a prueba nuestras capacidades gráficas. Por el contrario, Barcelona nos ha acercado más al detalle constructivo, a la materialidad, y a una visión quizá menos ambiciosa en términos conceptuales, pero indudablemente más precisa en cuanto a la ejecución. Haber transitado por ambos enfoques nos ha permitido encontrar un equilibrio entre estos dos mundos, lo que nos lleva a construir un discurso complejo que se materializa en resultados precisos y sencillos, manteniendo siempre una conexión con los saberes tradicionales. O como diría Álvaro Siza, «Simple but complex».
P. Estas dando clases aquí en BAU a los alumnos del Grado en Diseño en el itinerario de Espacios, que no arquitectura. Me preguntaba si, a pesar de las diferencias entre ambas disciplinas a nivel académico -diseño y arquitectura-, consideras que existe una relación intrínseca entre ellas y cómo dirías que son los puntos de unión que definen este vínculo.
R. El proceso de abordar el diseño de un edificio, de un espacio interior o el de un objeto, comparten muchas similitudes. Al menos para nosotros, como arquitectos que buscamos en el detalle constructivo un lenguaje que permita generar un todo cohesionado. En nuestro estudio, trabajamos tanto las capas arquitectónicas tradicionales, como las fachadas y las estructuras, como el diseño de interiores y los objetos funcionales que habitan estos espacios. Lo hacemos siempre desde una perspectiva constructiva, ya que es esa lógica la que finalmente da lugar a un resultado tangible y significativo, tanto en términos materiales como emocionales. Disociar ambos mundos resta ingredientes de diseño y muchos diseñadores de interiores parecían haberlo olvidado. Por esta razón, considero que el diseño y la arquitectura pueden compartir un proceso de creación en el que lo constructivo y lo material ocupan un lugar preeminente desde las fases iniciales, que se complementará con la aproximación conceptual que cada uno quiera investigar.
En la asignatura de «Producto» que imparto este curso, mi objetivo es precisamente abrir los ojos de los estudiantes a esta dimensión constructiva del diseño, mostrando cómo el detalle es lo que finalmente convierte una idea en realidad y no el último punto a resolver al pensar en el diseño.
P. He visto que estás realizando tu tesis doctoral sobre el lenguaje ornamental en la arquitectura de la edad contemporánea; parece un tema muy certero para aplicar tus investigaciones a las clases, ¿no?
R. Cuando finalicé mis estudios en 2017, sentí la necesidad de complementar mi formación en arquitectura con una inmersión en el ámbito de las Bellas Artes. Mi interés inicial se centró en la falta de expresividad de la arquitectura moderna, que en muchos casos parece derivar de la ausencia de un lenguaje ornamental capaz de conectar emocionalmente con el público. A partir de esta reflexión, inicié mi tesis doctoral que, con el tiempo, fue acotándose a la evolución de los lenguajes ornamentales como consecuencia de la Revolución Industrial. Este evento histórico alteró profundamente la producción de objetos, edificios y el arte en general y me interesa analizar cómo el ornamento, en este proceso, pasó de ser un lenguaje figurativo a algo más abstracto y conceptual, más cercano al arte contemporáneo.
En mis clases de «Producto», también abordo el impacto de la industrialización en la creación de mobiliario, pero desde una perspectiva más centrada en el detalle constructivo que en la ornamentación. Aun así, lo ornamental está siempre presente, un buen detalle constructivo puede tener un valor ornamental en sí mismo: primero hay que depurar su ejecución material y, luego, entrar a valorar su capacidad expresiva.
P. En comparación a cuando tú te formaste en la universidad, ¿has visto algún cambio en cuanto a la sensibilidad por el diseño en las aulas? ¿Qué auguras para el diseño del futuro?
R. No sé si el cambio se ha producido específicamente en la última década, pero lo que sí observo es que los procesos de diseño son cada vez más transversales e híbridos. Hoy en día, convivimos con más capas y aproximaciones dentro de una misma obra o producto. Esta complejidad puede ser interesante, siempre y cuando tenga un fundamento tangible. Es crucial conocer a fondo los referentes históricos que nos preceden para poder evolucionar desde ellos de manera coherente, sin saltarse muchas pantallas de golpe. Siento que en algunos casos falta una revisión histórica profunda de los antecedentes; para crear algo verdaderamente innovador, primero es necesario comprender bien de dónde venimos. El diseño ha sido siempre una constante en la historia de la humanidad, la mano y el ojo «diseñan» de manera casi involuntaria.
Me gustaría traer el diseño de vuelta a España, Barcelona ha sido un motor del diseño a nivel mundial, y creo que puede volver a serlo. Tenemos todas las herramientas y el conocimiento, sigamos construyendo esa trayectoria desde la tecnología y el lenguaje contemporáneo, fortaleciendo la increíble herencia que nos han dejado.
Fotografías: «Sardenya 356», por Lorenzo Zandri; arquitectura de Atienza Maure Arquitectos.