Joan Ros (Térmens, Lleida, 1992) es uno de los diseñadores de moda con más proyección de su generación. Graduado en BAU, donde descubrió la pasión por la moda gracias a una colaboración con Martin Lamothe, y con un máster en moda masculina en Central Saint Martins (Londres), defiende el diseño conceptual y propone una reformulación radical del sector.
Con influencias tan variadas como Dalí, Hitchcock y Poincaré y una afilada visión política, Ros ha cruzado en diversas ocasiones la moda con la ciencia, la filosofía y diversas ramas artísticas, como en Isometric, lanzada con Jessica Montes el 2014 y que les valió el Premio a la firma emergente en la 080 Barcelona Fashion. A día de hoy combina nuevos proyectos profesionales con la docencia en el Grado en Diseño y el curso de Doctorado en BAU.
¿Cómo te defines como diseñador?
Soy bastante pragmático a la hora de trabajar y siempre intento buscar una parte conceptual o con un trasfondo crítico o de investigación. Actualmente estoy trabajando como diseñador en el relanzamiento de una marca icónica del panorama español y, sobre todo, de Barcelona.
Y eso, ¿qué tareas implica?
El día a día de mi trabajo es gestionar la marca a nivel conceptual, desde su herencia en el mundo del diseño hasta cómo se reinterpreta en la actualidad. Y, a la vez, diseñar la colección, contactar con los proveedores, hacer fittings con patronistas, corregir piezas que llegan de los talleres de costura, un poco de todo.
Eres especialista en sastrería y conceptualización.
Son palabras un poco grandilocuentes. El 80% de mi trabajo está dentro de la sastrería, es decir, americanas, abrigos y pantalones de traje. La conceptualización, dentro del mundo de la moda, se puede trabajar de forma referencial, cogiendo referentes de la primavera o de la naturaleza, o a partir de las ideas que quieres trabajar en la colección.
¿Qué herramientas te proporcionó BAU al empezar tu etapa como profesional?
Por encima de todo, la idea de trabajar más allá de ideas preconcebidas, buscando nuevas formas de investigar y de trabajar como diseñador.
¿Y como estudiante?
BAU es mi familia en Barcelona. Llegué con 17 años, y aquí encontré un calor y un sentimiento de grupo que en aquel momento realmente necesitaba.
¿Por qué es tan importante el portfolio?
Es un reflejo de tu trabajo. Acostumbras a poner todos los proyectos en los que has trabajado o aquellos de los que estás más satisfecho. Yo tengo siete u ocho portfolios diferentes porque en las entrevistas tienes que jugar en función de quien tienes delante y qué crees que le puede interesar más.
Háblanos de tu etapa en Central Saint Martins.
Me enriqueció por el contexto, la ubicación, con quién está conectada y por profesores como Fabio Piras o Louise Grey. Dan clase gente muy preparada y muy bien situada dentro del sector. El máster está muy focalizado en quién eres tú y qué aportas al sector. Para mí fue un autodescubrimiento, que había empezado en BAU y terminó en Saint Martins con la culminación de la colección final del máster.
Eres un diseñador con muchas inquietudes. ¿Por qué es importante seguir formándose?
Ser diseñador de moda es incompatible con no querer ir aprendiendo. La moda está directamente relacionada con la sociedad, necesitas saber qué está pasando, cómo está pasando, y cómo quieres incidir. Sea de forma académica o más autodidacta, la moda te obliga a estar cada día al pie del cañón.
¿Qué pueden ofrecer al sector las nuevas hornadas de diseñadores?
Tienen muchas ganas de aprender, son los que mejor saben qué se lleva y qué necesidades tiene el público. Para las empresas, son aire fresco, les dan vitalidad y referentes que desconocen, y creo que aportan más los alumnos a las empresas que las empresas a los alumnos.
¿Qué papel jugará el diseño en el futuro inmediato?
Aquí hay una de las grandes dudas. No tengo una visión catastrofista, pero es evidente que el sistema ya no funciona. Estamos nadando en un capitalismo liberal que lo único que hace es exprimirnos absolutamente a todas las personas que trabajamos, incluso los de los sectores artísticos y del diseño. Como diseñador joven, mi recomendación no es cómo cambiar el sistema, sino destruirlo y hacer uno nuevo. Y esto depende de nosotros. Las perspectivas ya no son en qué empresa quiero trabajar, sino: ¿Quiero trabajar en una empresa? ¿Quiero trabajar en este sistema?
¿Cómo afecta esto a vuestro sector?
El sistema de la moda está colapsando. ¿Queremos una sociedad que solo consuma de una forma tan voraz? ¿Es el modelo de sistema que queremos? Personalmente, creo que no. Como diseñadores, uno de nuestros retos es hacer propuestas e inventar futuros.
¿Cómo te gustaría que fuera, la nueva moda?
El primer conflicto que tendríamos que resolver lo hemos generado nosotros, y es esta necesidad de consumir piezas de ropa nuevas cada dos por tres. Tenemos que cambiar la percepción del público, no necesitamos tanta ropa. Y una vez hagamos este cambio, ya habrá espacio para muchas marcas pequeñas que ofrezcan un rango de producto de calidad. Y aquí es donde como jóvenes diseñadores podemos generar un mundo donde todos tengamos cabida, que sea totalmente ecosostenible, y que produzca de forma totalmente ética. Simplemente es esto, abrir un poco el camino.
¿Cómo enfocas el doctorado que acabas de empezar?
Mi línea de investigación es, por un lado, reivindicar la moda como disciplina más capaz de producir conocimiento o de investigar, y, al mismo tiempo, analizar cómo la moda tiene la capacidad de construir o destruir significados unitarios de clase. Hay dos temas, la clase social y la moda, y cómo se interrelacionan. Aparte de las lecturas habrá una investigación práctica para ver cómo es el nuevo proceso de diseño respecto a este diálogo, y qué herramientas tengo como diseñador para poder gestionar estos mensajes.
¿Qué te gustaría aportar al mundo como diseñador?
Me gustaría poder reivindicar conflictos sociales desde la moda y al mismo tiempo reivindicar el espacio de la moda en conflictos sociales. Odio y adoro profundamente a la moda, y quiero jugar todo el rato para ver cómo gestionarlo.