Anna Dot (Torelló, 1991) es docente del Grado en Bellas Artes de BAU, artista y doctora en Traducción, Interpretación y Lenguas Aplicadas por la Universidad de Vic. Su trabajo se centra en el estudio de la traducción y los actos comunicativos, y dedica una especial atención a los procesos de lectura y escritura, así como los usos de las nuevas tecnologías.
Tu obra gira en torno a las limitaciones de la comunicación y el lenguaje. ¿Qué crees que ha aportado la formación en traducción y interpretación a tu mirada como artista?
No es que la traducción haya influenciado mi práctica como artista, sino al revés: yo hago un tipo de práctica que se relaciona con conceptos que se trabajan desde la traducción. Por eso, a medida de ir haciendo e ir descubriendo, pensé: “ah, qué guay, la disciplina de la traducción me interesa mucho, quiero hacer investigación en este ámbito”. Y esto ha pasado porque me interesa el lenguaje, cómo nos entendemos: lo que para mí significa casa siempre será diferente de lo que significa para ti. Todas estas tensiones de significado son lo que me mueve.
¿Crees que vivir en Cataluña, un territorio donde conviven dos lenguas, te ha influenciado en la formación de este interés?
Puede ser. Puede ser que el tema de ser bilingües tenga algo que ver, pero no sé muy bien de donde me viene. Mi madre siempre me ha potenciado mucho la literatura, siempre he tenido mucha curiosidad y facilidad para los idiomas… es una mezcla entre un interés genuino y el contexto, que siempre nos marca.
Esta práctica también la has trasladado a diferentes proyectos educativos. Por ejemplo, háblanos de El nom de les coses, que realizaste en el barrio de Gràcia.
El proyecto lo hice con Experimentem amb l’art, y era dirigido a niños de 0 a 3 años que venían con sus familias. Trataba sobre el lenguaje de los niños, que es muy frágil y se pierde muy rápido cuando los enseñamos a hablar. Aquella práctica iba de escucharlos, y de pedirles a ellos, que todavía estaban en este proceso de desarrollo, que pusieran nombres a las cosas. Dedicarme a la educación combina muy bien con la parte artística, porque ofrece un espacio que el arte también ofrece: un espacio de libertad y de riesgo, de probar cosas. Para poder aprender te tienes que arriesgar.
Recientemente, el Mèdol de Tarragona ha recuperado Escrits per a la pell vident (2020), una muestra sobre la relación entre las personas y el territorio, la comunicación y los sentidos, especialmente la vista. ¿Cómo relacionas la obra La paràbola dels cecs con el estado de la sociedad y el arte contemporáneos?
La paràbola dels cecs no surgió de querer transmitir ninguna opinión u interpretación sobre el contexto en el que estamos. Realmente nació como una visión, una imagen. Me pasa mucho, a veces siento imágenes que veo claramente y que noto que debo hacer. Para mí era una reivindicación sobre encontrar otras herramientas con las que guiarnos. Vivimos en un contexto donde todo es visual, y al dejar solo los palos reivindico el tacto, abrirnos a tener otras percepciones. Cerrar los ojos y ver qué percibimos si los cerramos. ¿Reconocemos lo que no vemos? ¡Demos una entidad a estas intuiciones que a veces tenemos, identifiquémoslas como válidas!
Por otro lado, tienes un proyecto sobre los ríos como entidades vivas (Deixar-te córrer y Traduir des de la vora). ¿De dónde nace la connexión con los ríos y la necesidad de reivindicarlos de este modo?
Nace también de un vínculo con la traducción. En 2017 salió una noticia sobre que en Nueva Zelanda se había aprobado una ley para reconocer los ríos como sujetos jurídicos. Me sorprendió mucho, y al buscar la ley pensé: esto es un ejercicio de traducción. En Nueva Zelanda está gobernando la corona británica, y, naturalmente, no consideran ningún río como persona, porque occidente culturalmente no lo hace. Pero los maorís sí. Y la ley es un ejercicio de pacificación con la comunidad maorí. Un acuerdo para convivir mejor. Allá tiene mucho sentido porque todavía hay este conflicto colonial muy latente. ¿Pero aquí, tendría sentido hacer algo así? ¿Quién sería la comunidad indígena de aquí? Tenemos que empezar a preguntarnos por nuestras propias genealogías. Redacté una ley para el río Ter y la dejé leer a toda la gente que gobierna en él. Ahora mismo todavía estoy trabajando, porque no he encontrado respuestas y todavía tengo más preguntas, y de lo que va el proyecto ahora mismo es de encontrar otras maneras de relacionarnos con el río que nos permitan superar un poco este espíritu extraactivista que tenemos de verlo únicamente cómo un recurso.
https://vimeo.com/619373326
A diferencia de muchos artistas que se quedan en Barcelona (o se ven obligados a hacerlo) has decidido desarrollar gran parte de tu carrera entre Torelló y Osona. ¿Cómo has vivido esta descentralización de la práctica artística y profesional?
Si no eres de Barcelona, pero tienes una buena estructura familiar y social en tu lugar de nacimiento, actualmente es mucho más fácil vivir y desarrollarte ahí. Las condiciones que tengo en Torelló, en Barcelona son inimaginables. Tengo un huerto, y no necesito el coche para ir a trabajar. Además, allá hay un contexto artístico que es muy interesante, y al ser un lugar más pequeño, es más fácil y rápido hacer cosas. Tienes a la gente más situada, y hay menos personas haciendo el mismo tipo de cosas. Está la asociación de artistas de Vic, que es bastante activa, de la cual formo parte. En Torelló también tenemos un festival de arte en la calle, donde es muy fácil entrar y escoger qué artistas quieres que vengan a tu pueblo. Salir del centro principal para ir a otros lugares te hace descubrir que los otros lugares también son centros, y que de golpe Barcelona está muy lejos y ni te enteras de lo que pasa ahí.
¿Y no la necesitas?
No la necesito, la valoro como un contrapunto. Si me quedara cerrada en Osona, creo que mi mirada también se cerraría un poco. Me va muy bien venir aquí a menudo, porque estás en contacto con otras maneras de hacer, que no son ni mejores ni peores, son diferentes. A mí también me ayuda a relativizar las cosas, porque te das cuenta que nada es tan importante, que lo que pasa en Barcelona, en Torelló o en Vic ni se enteran, y lo que pasa en Torelló y en Vic a Barcelona no llega ni de coña. A veces parece que tengas que ir a Barcelona a encontrar a la gente que ya está haciendo cosas y que te den oportunidades. Yo creo que tenemos que empoderarnos y decir: yo también tengo la capacidad de montarme mis cosas. A mi lado también tengo gente muy guay que está trabajando o que tiene capacidades que me interesan. Pues por qué no voy con ellos y les digo: Ey, ¿Qué os parece si montamos esto? El espíritu tiene que ser un poco de activar cosas, de tener esta voluntad.
¿Nos puedes hablar del colectivo ‘Morir de Frío’ y de la importancia de impulsar proyectos autogestionados con las propias amistades?
Surgió de gente de Torelló. Teníamos 18 años, y estudiábamos bellas artes y diseño, y abrimos un blog para hacer críticas de las exposiciones que íbamos a ver. Una vez, uno de nosotros publicó un artículo sobre una exposición de David Armengol en Can Felipa. Y la dejaba un poco mal. Y David Armengol encontró nuestro blog y nos dejó un comentario muy educado, como “oh, gracias por el comentario, ¡qué bien que haya gente opinando sobre esto!” Y nos dimos cuenta que había muy poca gente opinando o escribiendo sobre el contexto artístico, y pensamos: quizás tenemos que revisar un poco las faltas, que hay gente que nos lee aparte de nosotros. Y nos lo empezamos a currar, tuvimos un programa de radio en Torelló. Invitábamos a quien fuera, a quien nos interesara. Era una estructura que se convirtió en una excusa para conocer gente, ir a los lugares. No para tener contactos, sino para conocer y entender qué está haciendo la gente. En las carreras donde estudiábamos había poco contacto con la realidad, y es que es una cosa que tienes que hacer tú, salir a la calle, moverte, preguntar. Es muy importante que esta curiosidad y ganas de compartir con tus amigos la lleves a cabo de verdad y te mojes.