El pasado sábado 2 de mayo, en la sección Debat del periódico Ara, el Dr. Jorge Marzo, coordinador del grupo de investigación GREDITS de BAU y profesor del Grado en Diseño, publicó un articulo de opinión titulado “El fracaso del oráculo” en el que se preguntaba cómo era posible que no se hubiera previsto la aparición de la COVID-19.
Jorge Marzo hablaba de cómo la industria de la predicción estaba presente en todo lo que nos rodea: los mercados, la producción industrial, las comunicaciones, el transporte, el clima, el consumo… Nos decía que una vez aparecido el virus, los modelos matemáticos nos han proporcionado datos del ratio de contagio, mortalidad, pronósticos de curvas y picos a partir de los datos acumulados; de cómo la ciencia probabilística se dedica a calcular volúmenes y circuitos de fabricación sanitaria, mascarillas, respiradores, camas o vacunas. Pero no se predijo el virus, porque no es posible hacerlo.
Nos seguía hablando de que entre todas las cosas que el virus ha trastocado, la que más le interesa personalmente es especialmente singular, la raíz misma del cientifismo capitalista. Este virus ha hecho saltar por los aires toda una arquitectura basada en el principio del conocimiento de todas las cosas reales y posibles, nos ha hecho ver que toda la potencia de los sistemas de vaticinio no alcanza a determinados órdenes de la naturaleza.
En sus propias palabras, “COVID-19 es la zona oscura de la vida que no puede ser iluminada por el ojo técnico”. Y continua diciendo que mientras el hombre presume de poder dominar la naturaleza y revertir la crisis medioambiental a través de la tecnología hay un virus que nos muestra que una parte de la naturaleza se ha escondido de este “espionaje industrial”, que se ha ocultado y ha conseguido vivir en un espacio desconocido, un área de la que no teníamos ni idea de que existiera.
Termina su texto diciendo que la COVID-19 es una metáfora de muchas cosas, el indicio de que hay realidades incomputables, de que hemos llegado al punto de no desear nada nuevo, de menospreciar todo el futuro, de desear que el futuro sea presente sin darle tiempo a serlo, y termina diciendo: “La predicción es la negación del fracaso, condición inextinguible del presente. No conozco una sola predicción que haya dicho que no iba a acertar, siendo, en cambio, la más fácil, bella y honesta de hacer”.
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