El martes 21 de enero fue uno de esos días de invierno fríos sin ser grises del todo. Hay algo en el filtrado de las nubes cuando el cielo está así que le sienta bien al Edificio Granada, al menos con respecto a la luz que ahí entra. A falta de 5 minutos de que empiece la presentación, en la planta de arriba, ya hay un grupo de gente sentada, hablando de sus cosas, esperando que funcionara un micrófono que no dio mucho de sí. Visto el panorama, Serafín Álvarez, coordinador del Departamento de Lenguajes, Técnicas y Tecnologías, decide empezar la introducción de viva voz.
El primer punto de la orden del día era la presentación de una editorial que los estudiantes de tercero del Grado en Bellas Artes han bautizado como Seguramente Ediciones. La propuesta que nace en la asignatura “Debates Contemporáneos en las Artes y las Humanidades” -inequívocamente acertada para el producto resultante- ha servido como ejercicio para que los estudiantes publicaran cada uno su propio fanzine, desarrollando un ensayo que debía partir de una inquietud personal e incluirse en uno de los bloques temáticos curados por ellos mismos también: que si subalternidad, que si la influencia del cine, que si el LP nuevo de Bad Bunny o la cultura del postapocalipsis; se coló algo de moda porque había algún que otro alumno macarra con pendiente de aro del Grado en Diseño cursando la asignatura. Esto último, más que sorprender, está profundamente normalizado por todo el mundo que estudia o trabaja aquí (algo así como decir que eres estudiante de BAU en global antes que «soy estudiante de Diseño» o «soy estudiante de Bellas Artes»). Cada uno hizo una pequeña disertación sobre su publicación y, a medida que se sucedían las propuestas, más cuenta te dabas de que lo que dijo Álvarez en su introducción tenía más sentido: «Que tanto trabajo e implicación no se quede en el aula».
Son las 13:39 y acaba la presentación, pero nadie se va, más bien cambian de espacio. En HAUS, los de Bellas Artes, los de segundo, han titulado a su exposición «Hay un agujero en la pared». La hoja de sala reza que el agujero, en este caso, se concibe como oportunidad, es decir, como la ventana a lo que hay al otro lado y que las paredes acorazan por su naturaleza intransigentemente opaca. Al entrar, te da una sensación más parecida a la de visitar una feria de arte que una exposición monográfica -porque no lo es, tampoco-. Alguien suelta en inglés un «very different styles», aunque hay un hilo conductor en todo ello y es inequívoco. Se ve la generación Z, el refuerzo de la identidad propia y la cultura pop como musa. Y es que, en realidad, todo esto te parece tan bien que incluso te da por pensar que las obras no tendrían sentido por sí mismas si no fuese porque no se parecen en nada. Lo bonito en las exposiciones de estudiantes de BAU es que se nota la globalidad del trabajo en equipo y el apoyo colectivo. No lo sabes a ciencia cierta, pero puedes intuir que ha habido conversaciones previas entre ellos, como de «yo haría esto así» o «¿por qué no pruebas con este color?». Te invita a querer tocar las obras, incluso las que no son «interactivas». Aquí los alumnos lo suelen hacer y no se acusan entre ellos, es su código no verbal pero implícito que demuestra camaradería. Camaradería, sí, porque tocan con la parte más superficial de la punta de la yema de los dedos. Las obras no son pinturas todas ellas aunque la asignatura «2D, Lenguajes, Técnicas y Tecnologías Instaladas» implique el abordar esa técnica. Regina Giménez, su profesora, habla de no encontrar sentido al arte pictórico que se entiende como algo plano y alaba el minimalismo de la propuesta de hacer una exposición en común. «Extrañe» usted o lárguese. Una de las artífices de la muestra habla y dice que les ha quedado muy guay a todas. No les miento: es Z, es guay.
Los fanzines se pueden consultar desde ya en la biblioteca del Edificio Pujades y la muestra de los alumnos estará abierta al público en HAUS hasta el 14 de febrero.